Stefano

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Mi historia con Digimon

Mi historia con Digimon es complicada, y no logro recordar si alcancé a explicártela alguna vez. Comenzó en la secundaria, allá por el año de 1999: un compañero me había platicado de una caricatura que vio en un viaje que hizo a Estados Unidos, que aparentemente copiaba en muchos aspectos a Pokémon. Y es que siendo un gamer empedernido, Pokémon se había ganado un lugar entre mis juegos favoritos con sus intrincadas mecánicas de gameplay que en aquella época no eran tan comunes en nuestro lado del charco. Y aunque ya en ese momento su adaptación al anime comenzaba a provocarme más pena ajena que diversión, me resultó indignante que los gringos quisieran colgarse del éxito de la franquicia con su copia pirata.

Obviamente, mi primer error fue pensar que Digimon se trataba de una producción occidental, y el ver los promocionales de su estreno en la ahora desaparecida cadena de Fox Kids no logró demostrarme lo contrario. A los 13 años aún no tenía el ojo suficientemente entrenado en el arte de los monos chinos para saber reconocer la diferencia entre la animación japonesa y la occidental.

Y así pasé los años, sin siquiera conceder el beneficio de la duda a Digimon. A pesar de que en algún momento llegué a enterarme de su origen nipon, las similitudes con la franquicia que había representado tal furor en mi infancia me impedían aproximarme con objetividad.

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Sobre aquel viaje…

Recordarás que en 2015, antes de que una vez más a este blog se lo llevara el olvido (o más bien la cotidianidad), hablaba sobre el viaje que hice para despedirme de mi hermano. Sin embargo, como empezaba explicar, el viaje sirvió también para despedirme de ti, papá.

Pasé la mayor parte de mi infancia y pubertad sin verte, pero en 1999, a los 12 años, me surgió aquella inquietud que tanto se ha explotado en hollywood: quise conocer a mi padre. En realidad, si hemos de ser completamente honestos, aunque si me interesaba conocer mi origen, no siento haber necesitado una figura paterna como tal. Lo que realmente despertó mi curiosidad fue la necesidad de buscar una alternativa a la situación familiar que se vivía con mi madre en aquella época. Fue la necesidad de escapar de ahí, ya que el barco se iba a pique. Quizás admitir eso me haga parecer una persona calculadora (aún a esa edad), pero nunca lo he escondido. Mi salida de San Luis Potosí se dio casi inmediatamente, un año después.

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The Old and The Brand New

Hacer el viaje para despedirme de ti y recordar todo aquello que nadie más que tú podía compartir conmigo, no fue nada fácil. Quizás está de más decirlo, pero creo que ya a todo mundo he tenido que aclararle que viajé por deber, no por placer. Era un deber para conmigo mismo más que para contigo, eso sí.

No puedo decir que ya te dejé atrás al deshacerme de tus restos, eso nunca sucederá. Simplemente fue lo que necesitaba hacer para tener mi consciencia tranquila respecto a tus restos físicos, y fue para corroborar con mis propios ojos nuevamente que esa vida de hace tantos años sí existió. Además, sirvió el tener a Monserrat de mi compañera y testigo, para tratar de poner orden a todos esos recuerdos y así poder mostrar a alguien más los lugares donde sucedieron.

Y es gracias a ella también que no todo fue un viaje por el baúl de los recuerdos. Se trató de hacer nuevos recuerdos, visitar lugares inexplorados y viajar a los ya conocidos de manera diferente…

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Hey brother…

Hey brother, happy returns, it’s been a while now
I bet you thought that I was dead
But I’m still here, nothing’s changed,
nothing’s changed…

Tardé mucho en escribirte. Y no lo digo sólo porque estamos a año y medio de tu partida. Me hubiera gustado hacerlo antes, mucho antes. Pero bueno, en mi defensa, sí lo hice. Por aquella época en la que estuvimos a unos 400 kilómetros de distancia y ambos soñábamos con una mejor vida.

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